martes, 7 de agosto de 2007

Cuando me rasco en los rascacielos


Ustedes creerán que los rascacielos no sirven para nada y que tan sólo avisan con su luz intermitente a los aviones y otros aparatejos y artilugios volantes creados por los humanos. Pero yo les digo una cosa... ¡qué artefacto tan útil! No sé qué dirán mis compañeras, pero para mí me va de perillas, es decir, a veces como nube me entran unas ganas irrepetibles de rascarme por puro placer o para calmar esa cosquilla insoportable (seguro que algún granizo o condensado de hielo ionizado), y qué mejor que mejor que rascarme con los rascacielos.


Pero ustedes son capaces de decirme: "Pero tú eres sólo agua, sólo H2O y alguna cochinadita contaminada que llevas (los cielos de hoy en día están más sucios que nunca) y no eres más que agua condensada".


Pero, ¿saben qué? ¿Qué me importa lo que ustedes digan? Yo también tengo mis sentimientos y mis ganas de rascarme cuando siento cosquillas o picazones en todo mi cuerpo nebuloso. Así que a callar. Yo soy una nube cumulonimbo y me hago respetar. He dicho.


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